Su Exilio
El fin de sus días
Sus últimos pasos
Su Muerte
"Exilio y Muerte de Artigas en el Paraguay"
Artículo escrito por: El Licenciado Fernando Klein
Extraído del sitio www.liceus.com/cgi-bin/ac/pu/Fernando_Klein_Artigas.asp
Artigas entra al Paraguay
La guerra de los lusitanos contra Artigas fue extremadamente violenta, las derrotas se sucedieron y habiendo perdido prácticamente todos sus hombres y habiendo sido traicionado por sus aliados, se interna finalmente en territorio paraguayo el 5 de setiembre de 1820, dando termino en forma definitiva a su actuación política y militar en el Río de la Plata.
Lo acompañaban doscientos hombres, mayormente de raza negra, solo ochenta hombres cruzan con é1 el río Paraná, manteniendo el General una promesa de regreso a los que allí quedaban-
Ana Ribeiro (“El Caudillo y el Dictador”) reproduce un relato de José María, hijo del General Artigas: “Llegó a las fronteras del Paraguay con doscientos libertos y algunos oficiales, escribió al dictador solicitando su entrada a la provincia y éste otorgándosela, mandó inmediatamente a recibirlo. En efecto, lo recibió un oficial en las primeras guardias al que entregó Artigas su espada y su bastón y a su ejemplo todos los soldados sus armas”.
Artigas creía que encontraría en Paraguay amigos y aliados para poder reunir un último ejército, todo fue en vano. En esfuerzo postrero y de infinita generosidad envío los últimos dineros que le quedaban para que estos fueran distribuidos como auxilio hacia sus oficiales detenidos por los portugueses en la isla das Cobras: Lavalleja, Otorgués, Verdún y Bernabé Rivera, entre otros.
Dos grandes grupos de hipótesis se manejan en torno al por qué Artigas se interna en el Paraguay: por un lado las que señalan que frente a una situación extremadamente adversa se ve forzado a buscar refugio en este país, pero por otro lado, están aquellos que ven en este gesto de Artigas la búsqueda de adhesión de este país a sus luchas. Aparentemente, resultaría muy improbable que de acuerdo a la forma de ser de Artigas éste hubiera elegido el ostracismo voluntario en tierras paraguayas, probablemente percibió con rapidez el verdadero carácter de Francia pero fue sometido a una suerte de prisión mientras el dictador estuvo con vida.
Artigas y el Dr. Gaspar Antonio de Francia
A su llegada a Asunción fue inmediatamente apresado por el dictador paraguayo Dr. Gaspar Rodríguez de Francia, siendo remitido y aislado en el Convento de la Merced (23 de setiembre); allí solicitará en vano entrevistarse con el dictador. Francia había enviado una nota al Convento en el que indicaba que se preparara una celda para encerrar al General y donde ordena a Artigas que “hiciera ejercicios y se confesara”.
Según Isidoro de María (“Artigas”), todos los días mandaba Francia un empleado a preguntarle a Artigas como estaba y finalmente éste le respondió “Como quiere Ud. que me vaya... soldado entre frailes”.
Antes de proseguir, debemos conocer la figura de Francia. José Gaspar Rodríguez de Francia compartió el puesto de Cónsul de la República paraguaya con Fulgencio Yegros, pero a partir de 1814 e convirtió en Dictador “temporal”, para luego, desde 1816 y hasta su muerte, en 1840, ser “Dictador perpetuo”. En el apogeo de su dictadura, los paraguayos que se encontraban en las calles de Asunción con Francia debían darle la espalda, no verle el rostro, y quitarse el sombrero como medida de seguridad. El gobierno de Francia, el Karaí Guazú (llamado así por los pobres e indios, es decir, "Gran Señor"), buscó destruir la propiedad de las elites, instalando el espionaje y suprimiendo la libre expresión. Muchas personas desparecían sin cargo alguno y sin más trámites: se enviaban, normalmente, unos 400 prisioneros políticos al año a calabozos y campos de detención en donde se les colocaban grilletes. Se conocía de la existencia de una "cámara de la verdad" donde se torturaba a aquellos sospechosos de intrigar contra el Dictador. Paraguay se cerró al mundo y, al mismo tiempo, cualquiera que intentara abandonar el país era ejecutado. Estas medidas afectaron mayormente a la antigua clase gobernante española, las elites, la Iglesia , los grandes hacendados, y al comercio que declinó hasta casi desaparecer.
Luego de casi cuatro meses de confinamiento, Artigas es finalmente enviado a un pueblo del Paraguay donde es aislado del mundo: San Isidro del Labrador de Curuguaty. Recibió ropa, diversos útiles y objetos, una chacra y una pensión 32 pesos mensuales para vivir (sueldo equivalente al grado de Capitán en los ejércitos de España). Esta pensión le fue finalmente retirada pues Artigas la repartía entre los pobres del lugar. La tradición lo muestra en compañía de dos de sus seguidores de raza negra (Lencina o Ancina y Joaquín Martínez), trabajando la tierra y repartiendo sus ganancias entre los humildes. Se debe remarcar que este paraje, ubicado próximo a la frontera del Brasil pero a unos 400 kilómetros al Noroeste de Asunción, se constituía en una verdadera prisión: para llegar a él se debía atravesar selvas y montes intransitables.
José María, hijo del General, nos dejó una descripción de la vida de Artigas en esa época: “Artigas acostumbrado a otro género de vida, activa, laboriosa, se sentía fastidiado de la monotonía en que pasaba, y quiso buscar un objeto de distracción y de utilidad en qué ejercitarse. La fertilidad de aquel suelo le decidió por la labranza y el hombre, que pocos años antes disponía de una buena fortuna, legítima y honradamente adquirida; el hombre que había figurado en primera escala en este país, no desdeñó en descender a la humilde condición de labrador y sobrellevar gustoso todas sus fatigas. Este pensamiento, este vivo deseo que alimentaba, no pudo menos de participarlo al comandante de aquel distrito, pidiéndole permiso para satisfacerlo. Pero éste le contestó que, para verificarlo, era indispensable se dirigiese al dictador solicitando su consentimiento. En efecto, Artigas así lo hizo y el dictador tuvo la atención de escribirle, expresándole que no tenía necesidad de trabajar para vivir, pero si la pensión que le había asignado era insuficiente para sus necesidades, que pidiese lo que le hiciese falta. Artigas en contestación, le manifestó que no lo hacía por necesidad, sino por tener un objeto en que distraerse. Entonces, el dictador le proporcionó bueyes, arados y demás útiles de labranza. Artigas emprendió sus labores, allanó con sus propias manos un terreno montuoso, formó cuatro habitaciones y trabajó sin cesar. Educado en la escuela de la desgracia, gustaba hacer el bien al pobre y cada vez que recibía su pensión la distribuía casi toda en limosnas a los indigentes. Llegó esto a noticias de Francia, quien suponiendo que el general no tenía necesidad de aquello para vivir, cuando le daba aquel destino, le suspendió la pensión y dejó de percibirla desde entonces. Artigas vivió hasta la muerte del dictador (a quien no vio jamás) de su trabajo personal. Reunió hasta noventa y tantos animales pero sobrevino una peste más tarde y quedó reducido a 6 u 8 su número”.
Como se desprende del relato del hijo de Artigas, no bien el dictador supo de la conducta de Artigas le suspendió su ayuda económica.
Varias veces intenta Artigas entrevistarse con Francia, pero no le fue posible. No se saben los motivos por los que éste no lo quiso recibir: quizás lo pudo tener como un rehén para negociar con el Brasil, quizás tuviera temor de su ascendiente entre las personas, etc. Sin embargo, Francisco Ramírez persiguiendo a Artigas solicita al Dictador su extradición, cosa que éste denegó, aunque a cambio se le ofreciera una alianza, libre navegación de los ríos, libertad de comercio, etc. Lo cierto es que Artigas era amigo del mayor adversario político de Francia, Fulgencio Yegros, y que había intentado comprometer a Paraguay en proyectos políticos a los que se oponía radicalmente.
En Brasil y en España se publicó que Artigas había muerto en el Paraguay pero aun llegaban noticias de que éste estaba con vida. Por ejemplo, el doctor Isasa, cordobés que pudo salir del Paraguay pidió al general Ramón Freire, presidente de Chile, para que buscara la libertad de Artigas pero éste no contestó a su pedido. En 1827 Julián de Gregorio Espinosa le informaba a Rivera que Artigas estaba desterrado en el interior del Paraguay. Lavalleja recibió similar información en 1827, cuando supo por medio de su amigo Germán Verage que Artigas estaba en Curuguaty. El General Rivera remite con fecha 31 de marzo de 1832, una carta al Dictador Perpetuo del Paraguay por intermedio de Ferré, gobernador de Corrientes, que no tuvo resultado.
El 23 de enero de 1832 el diario “El Universal” de Montevideo publicaba la siguiente carta: “Nada me parece más propio en un gobierno sabio y liberal que llamar al país a los ciudadanos que han prestado grandes servicios. La Francia acaba de darnos un ejemplo que debemos imitar: ella ha ordenado se trasladen a París las cenizas del inmortal Napoleón. Nosotros tenemos en un país extranjero un héroe digno de la consideración de nuestro gobierno. El primer General de los Orientales , el patriota don José Artigas, que tantos sacrificios ha hecho por la libertad y la independencia de nuestra patria, hoy se halla lejos de nosotros , y a donde fue solo por no pasar por la ignominia de ver el suelo regado con su sangre, sufriendo el yugo extranjero. Es pues, justo y muy digno que nuestro Gobierno mandase un comisionado al Paraguay, con objeto de solicitar del jefe de aquel Estado , el permiso para que regrese el a su patria el General Artigas…”
Otras publicaciones también mencionar la figura de José Artigas: el “Ensayo histórico sobre la revolución del Paraguay”, de Rengger y Longchamp (París, 1827), describe a Artigas rodeado de “salteadores, asesinos, piratas, ladrones, desertores”, las “Memorias del Gral. Miller”, (Londres, 1829), la “Revue Britanique” (París, febrero de 1830) y las “Cartas” de Robertson (1839) donde se relata una entrevista entre el autor y Artigas (Pivel Devoto).
Artigas y Carlos Antonio López
El 20 de setiembre de 1840 muere Francia sin dejar sucesor, sus despojos mortales desaparecieron sin rastros en las aguas del río Paraguay. Surge un período de inestabilidad política con la instalación de una Junta Provisional (Manuel Antonio Ortiz 1840 a 1841, Juan José Medina, en 1841, Mariano Roque Alonzo, 1841), que fue derrocada por militares el 22 de enero de 1841. Finalmente, el 12 de marzo de 1841 el Congreso eligió a Carlos Antonio López como primer cónsul, luego nombrado presidente de la República en 1844, cargo que mantuvo hasta su muerte en 1862.
Con López, aun en una pseudo dictadura que se prolongó por 18 años, el Paraguay creció: su población aumentó de 220.000 a 400.000 almas en 1860, se construyeron carreteras, se instalo el telégrafo y el ferrocarril (uno de los primeros en Sudamérica, en el año 1858). Desparecieron los remanentes de las reducciones jesuíticas, se abrió el país al extranjero, comprándose armas en el exterior, mejorándose la defensa nacional. Las mejoras incluyen una reforma en la educación que llevó de tener una escuela primaria en Asunción a tener más de 400 escuelas con capacidad para 25.000 alumnos. Durante su Gobierno se invitó a médicos, ingenieros e inversores extranjeros para establecerse en el Paraguay, pagando los estudios de alumnos paraguayos en el extranjero.
Al morir Francia, Artigas, a los 76 años de edad, es capturado por un piquete de soldados que lo engrilla y lo pone “en seguras prisiones”: “Los representantes de la República prevenimos a Ud. que inmediatamente al recibo de esta orden ponga la persona del bandido José Artigas en seguras prisiones, hasta otra disposición de este Gobierno Provisional y dará cuenta sin dilación de haberlo así cumplido firmando con testigos”. Es decir, fue considerado como un delincuente desde el 22 de setiembre hasta el 12 de marzo de 1841, cuando asumen el gobierno los Cónsules Mariano Roque Alonso y Carlos Antonio López quienes decretan su libertad.
Ambos cónsules tratan amablemente a Artigas cuando envían una nota el 27 de agosto de 1841 al comandante de Curuguaty, Gauto, donde se le daba plena libertad de acción al Prócer: "Se dirá a Artigas que si quiere volver a su patria lo podrá verificar en los buques mercantes que viniesen de Corrientes, al Pilar y se nos avisará de su resolución a la primera que se ofrezca".
Artigas contestó su resolución al comandante de la villa, quién el 6 de setiembre de 1841 informaba a Asunción que: "Seguidamente hice comparecer ante mi a José Artigas y le hice saber la suprema orden que V. S. se ha servido dispensarle y que a impulso de él reviviría en una inmortal gratitud. Pero que él muy distante de imaginar el volver a su país nativo, suplica a V. S. le sirva concederle la gracia de que finalice en esta Villa el resto de sus días, el cual habrá de ser ya muy limitado, debido a estar ya en edad bastante avanzada".
El comandante de Curuguaty recibirá a su vez la orden de que cuidara de la suerte del General Artigas: "Dirá a don José Artigas que hemos tomado en consideración su resolución de concluir el resto de sus días en esa villa, en lugar de verificar el regreso a su país, que se le había propuesto con el efecto de facilitarle cuando gustase verificarlo. Y en consecuencia lo atenderá Ud. cuando lo exijan las circunstancias, y llegado el caso de su fallecimiento se le harán los honores fúnebres correspondientes" (9 de setiembre de 1841).
El comandante Gauto, remite a los Cónsules (10 de octubre) una nota explicando las necesidades que estaba padeciendo Artigas: cuatro días después un chasque llevaría una nota con 25 pesos y un atado de ropa para el General. En el oficio del día 30 el comandante explicaba la actitud de éste al recibir estos obsequios: "Ha sido y es inexplicable la alegría de don José Artigas desde aquel día en que me suplicó encarecidamente rindiera a V. S. duplicadas gracias de su parte".
El nuevo presidente del Paraguay, Don Carlos Antonio López lo invita a vivir en su chacra de descanso, en el paraje de Ibiray próximo a Asunción, en 1845. Artigas es, hasta cierto punto, cuidado por la familia López quien le expresa su estima. Entre la gente del entrono, con quien Artigas tiene un trato cotidiano, es llamado "carai marangatú", “caraí guazú”, o “caraí bal pora”: palabras guaraníes que significarían "Señor Bondadoso ".
En sus últimos años de vida “…montaba un petiso manso y acompañado del fiel negro Martínez venía a la Asunción a visitar a doña Juana Carrillo, esposa de don Carlos Antonio López” (Eduardo de Salterain Herrera; “Hombres y Faenas; Montevideo; 1960). También lee, especialmente las páginas del “El Paraguayo Independiente” donde aparecen sus pactos con el gobierno de la primera junta guaraní (1812)
Se conserva el relato de su último cumpleaños: el 19 de junio de 1850. Almorzó con el Presidente Carlos Antonio López y su familia, y luego montó al "Morito" para su paseo favorito: la orilla del Río Paraguay, acompañado por Francisco Solano y López Chico, hijo y nieto respectivamente del Presidente.
Los descendientes de los que habitaron en esa zona lo describen de la siguiente manera: “el General era una persona cuyo trato cautivaba y que de acuerdo con la costumbre de la época, el General no usaba barba, tenía largos rizos blancos y vestía siempre un poncho paraguayo...”.
Los Visitantes de Artigas
Al morir Francia otros presos quedaron en libertad, como fue el caso del Capitán de Artigas, Florentino Cabrera, quién ya en Montevideo informó que el Prócer deseaba ver a su hijo José María antes de morir. El hijo de Artigas, de 35 años de edad, Teniente Coronel de Caballería, se dispuso a visitar a su progenitor el 15 de enero de 1846, manifestando que dado el caso de que no lo dejaran salir, se quedaría en el Paraguay. Luego de tres meses de insistencias, Artigas no accedió a sus requerimientos, partiendo su hijo de retorno al Uruguay. Según Isidoro de María, hablando de su Patria Artigas decía “Quisiera hijo mío volver a mi país antes de cerrar los ojos para siempre y bendecir a los que han tenido la fortuna de dar cima a la obra que yo empecé y cuyo complemento miro aquí – en la Constitución - ; pero no me siento con fuerzas bastantes para resolverme a hacerlo en medio de la borrasca que la ajita (sic), y además yo no debo salir de aquí sino con dignidad , ni restituirme a la Patria sin ser llamado o conducido por el Gobierno con la decencia que corresponde a mis antecedentes y al propio honor de la Nación Oriental ”.
Otro de sus visitantes fue el médico francés Alfredo De-Mersay quien en visita a Ibiray lo retrata dejándonos el único retrato real del prócer, esto acontecía hacia fines de 1846, principios de 1847.
También es visitado por el ingeniero Enrique de Beaurepaire Rohan, Mayor del Cuerpo Imperial de Ingenieros que viajaba de Cuyabá a Río de Janeiro, entre los días 12 y 28 de mayo de 1846. Beaurepaire relato su encuentro con las siguientes palabras: “No me cansaba de estar frente a frente con este hombre temido, de cuyas hazañas había oído hablar desde mi infancia, y que mucho tiempo creía muerto. Por su parte, no se manifestó menos satisfecho el viejo, al saber que me conducía a su morada la fama de sus hazañas. Entonces, me preguntó risueñamente, ¿mi nombre suena todavía en su país de usted? Y habiéndole contestado afirmativamente, dijo, después de una pequeña pausa: “Es lo que queda de tantos trabajos: hoy vivo de limosnas”.
En abril de 1846, el general Paz, derrotado por Urquiza en febrero y caído en desgracia ante el gobierno de Corrientes debe ingresar a Paraguay donde se entrevista con Artigas. Su relato refiere a un anciano con sus facultades mentales un tanto resentidas, quizás por "la paralización física y moral en que lo constituyó el Dr. Francia, secuestrándolo de todo comercio humano", pero gozando de buena salud y con maneras "de un hombre de campo".
En su segunda visita y andando a caballo Artigas le manifiesta al General Paz lo siguiente:
“Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio, y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso, entonces, del realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las Provincias dándole a cada estado su gobierno propio, su Constitución, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernantes, entre los ciudadanos naturales de cada estado. Esto es lo que yo había pretendido para mi Provincia y para los que me habían proclamado su Protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo. Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus Procónsules a gobernar a las provincias militarmente y despojarlas de toda representación política...”.
Hubieron otros visitantes: un allegado al general Paz, emisario ante el gobierno paraguayo, el Dr. Santiago Derqui (presidente de la Confederación Argentina en 1860 y 61) quien estuvo con Artigas a principios de abril de 1845. El naturalista belga Alexandre Baguet, en noviembre de 1845, quien narró su entrevista en un libro sobre su viaje a Paraguay y Río Grande del Sur, y Francisco Javier Brabo, un gallego aventurero a quien el gobierno de la Defensa le confió unos pliegos reconociendo la independencia paraguaya, viajó a Asunción en el mismo buque que José María Artigas (Ana Ribeiro, “El General y el Dictador”). Al parecer habría hecho otro retrato de Artigas.
No se confirma la visita del hombre de ciencia Aimé Bonpland , quien en 1831, según la tradición habría llevado como obsequio un ejemplar de la Constitución del Uruguay, y que Artigas teniendo a ésta en sus manos habría llorado agradeciendo a Dios por haberle dado vida para ver a su patria independiente.
Gestiones para traer al General Artigas al Uruguay
Con la muerte de Francia se expandió la noticia de que Artigas aun seguía con vida. El diario "El Nacional" de Montevideo (22 de setiembre de 1841), presentaba la siguiente nota: "La magnanimidad de un pueblo quiere que él no olvide jamás los servicios que se le prestaron: ¿Y habrá quién ponga en duda lo que el Pueblo Oriental debe a Artigas?"
Varias fueron las gestiones realizadas para que Artigas volviera al Uruguay, entre ellas la del presidente Fructuoso Rivera que a esos efectos forma una comisión integrada por D. Federico Albin y D. Bernabé Plá, quienes viajaron al Paraguay con una carta fechada el 21 de junio de 1841 dirigida a los Cónsules, y dos pliegos para Artigas.
La respuesta de los Cónsules a Rivera (9 de agosto de 1841), es la siguiente: "Es honroso a este gobierno significar a V. S. que su mediación a favor de los orientales que existen en esta República a fin de que se les permita regresar a su patria, ha sido prevenida por providencia acordada a todos los que quieran volver al seno de sus familias. Don José Artigas vive en la villa de San Isidro de Curuguaty, y es el único a quien el gobierno del Paraguay ha hecho proponer en particular, por medio del comandante ciudadano Juan Manuel Gauto, que cuando guste volver a su patria cuente con los auxilios necesarios".
El rechazo de Artigas al ofrecimiento de Rivera fue transmitido el 10 de diciembre; aparentemente Artigas había devuelto los pliegos sin abrirlos. El 11 de diciembre, los Cónsules envían una nota al comandante a cargo de Artigas, Gauto, en la que se decía que Artigas tenía plena libertad para mantener correspondencia.
Queda la duda de si recibió Artigas efectivamente estos pliegos; y si los recibió la pregunta de por qué no los abrió. ¿Quizás por qué rechazaba a Rivera? ¿Quizás por qué el proyecto socio político de su autoría no coincidía con la novel República Oriental del Uruguay?
Por otra parte, los enviados de Rivera nunca vieron a Artigas: los pliegos fueron enviados por intermedio de un servidor de los Cónsules que habría recibido unos obsequios de Artigas, todo lo cual resultaba muy improbable pues Artigas vivía en extrema humildad. Existe la posibilidad, por tanto, de que Artigas jamás llegara a saber de ese ofrecimiento.
En la Guerra Grande , hacia el año 1845, Artigas es nuevamente invitado a volver por el Gobierno de Montevideo. Pero nuevamente el rechazo a la propuesta: ¿sería por no ver a los Orientales en guerra o el territorio ocupado por potencias extranjeras?
Para ese entonces, el gobierno de la Restauración , presidido por Manuel Oribe le tributa varios homenajes al punto tal de decretar en 1849 que la calle de la Restauración pasara a llamarse “Calle del General Artigas”.
Muerte del General Artigas
Artigas murió repentinamente, el 23 de setiembre de 1850, a los 86 años de edad y a treinta años de entrar al Paraguay. No se confirma la historia de que quisieran trasladarlo a la casa de López pero delirando gritaba que le trajeran el "morito" (su caballo), dando órdenes a sus antiguos oficiales, y que luego al otro día Ansina, lo encontró muerto.
Sus restos, seguidos de tres o cuatro vecinos, recibieron silenciosa sepultura en el Cementerio de la Recoleta , situado a corta distancia de la quinta, y allí quedaron en la fosa 26 del sector denominado "Campo Santo de los Insolventes", pues nadie donó los dos pesos del derecho que cobraban los curas. El cura del pueblo escribió esta acta: “En esta parroquia de la Recoleta de la Capital , a 23 de setiembre de 1850, yo, el cura interino de ella enterré en sepultura ordinaria el cadáver de un adulto llamado José de Artiga, extranjero, de esta feligresía. Doy fe. Cornelio Conteras.” Enterado poco después de quién se trataba, el cura enmendó el acta y le puso “general Artigas”.
La primera noticia necrológica respondió a “El Paraguayo Independiente” de Asunción, del 28 de setiembre de 1850, cinco días después de la muerte del prócer. En Uruguay, “El Porvenir” del 5 de febrero de 1851 recogía la noticia del “Jornal de Comercio” de Río de Janeiro de 13 de enero, fue el primer diario uruguayo que informa sobre la muerte de Artigas:
“ La Historia del general Artigas es muy conocida en nuestro país y aún existen compañeros de armas, hombres que lo conocieron y observaron. La historia imparcial juzgará algún día esa época, porque es una propiedad suya. La revolución, las pasiones, todavía no han acabado, están en pie y difícilmente podríamos ocuparnos hoy de trazar los pasos, la vida del general Artigas, porque sería un trabajo incompleto y hasta extemporáneo. Recordémosle en la mansión del silencio y la tierra extranjera que ha recibido sus restos mortales, le sea leve: mientras tanto que ellos no queden olvidados, y que la República , cuando asegure la paz, pueda transportarlos para que reposen en el suelo de su nacimiento y en el lugar destinado a eternizar la memoria de los hombres que, como él llegaron a presidir los destinos de un país, al que consagró su vida peleando por su independencia y libertad como su primer guerrero”.
En febrero de 1851, se presentó ante las autoridades, doña Josefa De María de Artigas expresando que “siendo de notoriedad pública la muerte de su desgraciado suegro el general D. José Gervasio Artigas”, se le auxiliara para poder llevar “el luto correspondiente” y para “mandar hacer algunos sufragios por su alma”, con el deseo de cumplir un “deber de religión como de honor a su memoria” (Pivel Devoto, Juan; “De la leyenda negra al culto artiguista”).
Años más tarde, en 1854 durante el gobierno del General Flores, el Gobierno uruguayo recibe autorización para repatriar el cuerpo de Artigas, quien llega a Montevideo el 19 de setiembre de 1854. La urna que contenía sus restos fue primeramente depositada en la Rotonda del cementerio Central, hasta ser finalmente ubicada en el Mausoleo construido en su honor en el año 1977, debajo de la estatua del prócer en la Plaza Independencia.
Un Retrato de Artigas en su Apogeo
“A las cuatro de la tarde llegó el General, el Sr. D. José Artigas, acompañado de un Ayudante y una pequeña escolta. Nos recibió sin la menor etiqueta. En nada parecía un general: su traje era de paisano, y muy sencillo: pantalón y chaqueta azul sin vivos ni vueltas, zapato y media blanca de algodón; sombrero redondo con forro blanco, y un capote de bayetón eran todas sus galas, y aun todo esto pobre y viejo. Es un hombre de una estatura regular y robusta, de color bastante blanco, de muy buenas facciones, con la nariz aguileña; pelo negro y con pocas canas; aparenta tener unos cuarenta y ocho años. Su conversación tiene atractivo, habla quedo y pausado; no es fácil sorprenderlo con largos razonamientos, pues reduce la dificultad a pocas palabras, y lleno de mucha experiencia tiene una previsión y un tino extraordinario. Conoce mucho el corazón humano, principalmente el de nuestros paisanos, y así no hay quien le gane en el arte de manejarlos. Todos le rodean y todos le siguen con amor, no obstante viven desnudos y llenos de miserias a su lado, no por falta de recursos sino por no oprimir a los pueblos con contribuciones, prefiriendo dejar el mando al ver que no se cumplían sus disposiciones en esta parte y que ha sido uno de los principales motivos de nuestra misión.” Junio 12 de 1815 Larrañaga.
Bibliografía
De Salterain y Herrera, Eduardo; “Artigas en el Paraguay"; Monteverde; Montevideo; 1960.
De Salterain y Herrera, Eduardo; “Hombres y Faenas”; Monteverde; Montevideo; 1960.
De María; “Artigas”; MEC, Montevideo; 1976.
Hammerly Dupuy, Daniel; “Rasgos biográficos de Artigas en el Paraguay”; Montevideo; 1949.
Lamy Dupuy, Pedro; “Artigas en el Cautiverio”; José María Serrano Editor; Montevideo; 1913.
Lazcano, Héctor; “El descanso definitivo del Protector junto a los Orientales”; www.ejercito.mil.uy/instit/imes/revista_imes_nov02.pdf
Pivel Devoto Juan; “De la leyenda negra al culto artiguista”; Colección de Clásicos Uruguayos, Montevideo, 2004.
Ramírez, Carlos María; “Artigas”; MEC, 1976; Montevideo.
Ribeiro, Ana; “El Caudillo y el Dictador”; Buenos Aires; Planeta, 2004.
Rodríguez Alcalá, Guido; “Artigas y la Independencia del Paraguay” (Correspondencia); Servilibro; Asunción del Paraguay.
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