martes, 17 de agosto de 2010

Enseñando a pensar

La siguiente anécdota es verídica:

Hace algún tiempo, recibi la llamada de un colega. Estaba a punto de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un problema de física, pese a que este afirmaba con rotundidad que su respuesta era absolutamente acertada.

Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía:
"Demuestre cómo es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".

El estudiante había respondido:"Lleva el barómetro a la azote del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo hasta la base del edificio, marca y mide.
La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio."
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y de forma completa

Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación, podría alterar el promedio de su año de estudios, obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel de física; pero la respuesta no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.


Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus conocimientos de física.

Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.

Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía muchas respuestas la problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.


Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara. En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
"Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del edificio, calcúla el tiempo de caída con un cronómetro. Después se aplica la fórmula Altura=0.5 por A por T2. Y así obtenemos la altura del edificio".

En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía retirar. Le dio la nota más alta. Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
Después de darme más respuestas empleando fórmulas físicas concluyó. "Existen muchas otras maneras. Probablemante, la mejor sea coger el barómetro y golpear con el la puerta de la casa del conserje. Cuando abra decirle: Señor conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la altura de este edificio se lo regalo".

En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía la respuesta convencianal al problema( la diferencia de presión marcada por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia de la altura entre ambos lugares) evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios, sus profesores habían intentado enseñarme a pensar.
El estudiante se llamaba Nierl Bohrs, físico danés, premio Noble de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo de átomo con protones, neutrones y los electrones que lo rodeaban. Fue fundamentealmente un innovador de la teoría cuántica. Al margen del personaje, de lo divertido y curioso de la anécdota, lo esencial de esta historia es que le enseñaron a pensar
Esta historia fue extraída de una presentación de power point

1 comentario:

observador subjetivo dijo...

Os invito a leer este post sobre la educación en el "país más desarrollado del mundo":

http://observadorsubjetivo.blogspot.com/2010/08/temporalidad-cultural-o-ignorancia.html

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