Uno de los objetivos principales que debemos plantearnos las madres y los padres es que nuestros hijos e
hijas vayan integrándose en los diversos ámbitos de la vida, conociendo sus deberes y derechos, alcanzando
una madurez y responsabilidad progresivas.
Educar con este planteamiento va a evitar situaciones de dependencia, inmadurez social e inseguridad. Es
conveniente demostrar que la familia se organiza y avanza si entre todos responden a sus necesidades, cada
cual de acuerdo con sus posibilidades. A menudo, escuchamos a padres y madres: "quiero que mi hijo/a sea feliz", pensando que esto se logra evitándoles las dificultades que encuentran, anticipándose a sus deseos, dándoles cuanto piden o cediendo ante cualquier resistencia o contrariedad. Precisamente, estas actuaciones, aunque de momento suponen para el niño/a una satisfacción, a medio y largo plazo van a ser obstáculos que irán creciendo como una bola de nieve y que van a impedir o dificultar el proceso o camino de adquisición de la responsabilidad. Librar a nuestras hijas e hijos de las dificultades o de los sinsabores, hacerles las cosas que por su edad debieran hacer ellos es una manera segura de hacerlos débiles, indecisos y, en definitiva, de frenar su proceso natural de crecimiento personal. Es necesario desterrar toda forma de autoritarismo en el modo de mandar. Las normas de nuestro hogar tienen que ser pocas, claras y bien comprendidas.
El niño/a tiene que saber lo que debe o no debe hacer, así como las consecuencias de incumplir lo acordado.
Asimismo, las madres y los padres deben evitar actitudes permisivas y educar gradualmente en la capacidad
de esfuerzo y responsabilidad. Es imprescindible dictar las normas desde el afecto y no dejándose llevar por el nerviosismo del momento, el capricho o el interés por dominar al niño/a. Deben formularse de manera positiva, no a modo de decálogo de prohibiciones y deben ser razonadas, para que nuestros hijos e hijas comprendan los motivos de éstas y para que piensen y decidan por sí mismos sin necesidad de órdenes impositivas.
Es importante que estemos atentos a las buenas conductas para reforzarlas y alabarlas con frecuencia. A
veces, les reprendemos y nos olvidamos de reconocer las cosas bien hechas, motivo por el cual se encuentran con escasa ilusión por hacer nuevas tareas y se produce el consiguiente y lamentable descenso de su autoestima.
Hay que dejar claro que es su conducta inadecuada la que nos enfada y disgusta pero que, como persona e
hijo/a, le seguimos queriendo igual. Hay que desterrar las descalificaciones globales del tipo: "¡Ya sabía que
lo ibas a hacer mal!" o "¡Eres un inútil!"
Para lograr que nuestras hijas e hijos sean responsables y disciplinados, no debemos olvidar que todas las
personas aprendemos con la práctica. Las palabras se las lleva el viento; es el ejemplo lo que cala en lo más
hondo; por eso padres y madres somos modelos insustituibles en el proceso de adquisición de hábitos responsables.
Así, es fundamental mostrarnos con autodisciplina, control y dominio de nosotros mismos en los actos de nuestra vida diaria.
Extraído de desarrollo de conductas responsables
viernes, 16 de julio de 2010
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