martes, 1 de diciembre de 2009

Reforma Educativa en Uruguay

Del discurso reformista a la acción conservadora


¿Hasta que punto una serie de cambios dentro de determinado ámbito se pueden considerar reforma? Esta pregunta viene al caso debido a que en la realidad social y educativa se suceden cambios diariamente, pero son cambios superficiales dentro de unos parámetros preestablecidos. Algo así como un devenir previsible en el marco del estatus-quo imperante. Cositas, detalles que no afectan las variables duras de los sistemas.

Reformar significa dar nueva forma, modificar ciertas estructuras. Ni si quiera es sinónimo de cambio radical, de suprimir las bases de un sistema constituido y sustituirlas por otras. En pocas palabras, reformar no es hacer una revolución sino establecer ciertos cambios con un grado mínimo de trascendencia, modificando algunos parámetros y variables que operan en un determinada realidad.

La Reforma Educativa llevada adelante actualmente por parte de las autoridades de la educación en Uruguay, no parece tener siquiera el carácter reformista que pretende; más bien se inscribe en lo que podríamos denominar pretensiones teóricas de bajo impacto en la realidad educativa y en los problemas estructurales que esta presenta.

¿En qué consiste esta reforma educativa? Básicamente en una ley que crea más cargos burocráticos de cúpula (nuevas instituciones para evaluar y dirigir), una coparticipación de los gremios del ramo en las altas esferas del sistema, pero siempre en minoría, en otras palabras: un adorno inoperante que legitima una participación domesticada.

Esboza una autonomía y un cogobierno institucional sin muchas pretensiones, ya que no asegura recursos y potestades para que cada institución educativa establezca autónoma y participativamente un proyecto educativo potente, novedoso y viable. El centralismo sistémico continúa mandando y se advierte un ánimo de descentralizar y privatizar la obtención de recursos económicos por parte de cada institución, algo que por otra parte ya está en rodaje desde hace tiempo, sino pregúntenle a los maestros directores que se desviven haciendo beneficios para pagar los gastos mínimos de funcionamiento de su centro educativo.

Por otro lado, con la reforma también llegó un nuevo programa. Considerado por muchos como una muy buena construcción teórica, muy abarcativa y ambiciosa en cuanto a contenidos curriculares. Está inspirado en la llamada corriente de pensamiento crítica y se apoya en la didáctica globalizadora (conceptos claves constituidos por atributos interrelacionados) y en el concepto de educación integral.

Lo que se evidencia de inmediato es que el nuevo programa está concebido para implementarse en otras condiciones materiales, académicas, funcionales y temporales respecto a las hoy existentes.

Sin tener para nada en cuenta esto, se exigió empezar a trabajar con el nuevo programa, al mismo tiempo que lidiábamos y seguimos lidiando con los viejos problemas de siempre. Esto es, edificios y mobiliario en estado de vetustez y deterioro, falta de nuevas aulas y equipamiento moderno, carencia de material didáctico (libros, láminas, audiovisuales, etc.); falta de actualización y atraso académico de muchos docentes, ausencia de horas de coordinación y análisis rentadas para avanzar en la aplicación de propuestas institucionales y áulicas concertadas y potentes; más un continuo ambiente de tensión , violencia y pobreza que envuelve a la mayoría de los contextos sociales de las instituciones escolares, y cuyo epicentro principal son los propios alumnos y sus problemáticas cotidianas.

El resultado de todo esto es previsible: el intento bienintencionado de muchos docentes por enseñar nuevos contenidos adaptándolos a las condiciones de cada grupo clase, pero navegando siempre en la eterna mediocridad y falta de recursos. Lo que redunda en un magro impacto en la calidad de la labor educativa.

Es indudable que no se puede intentar cruzar el océano en una canoa por más que se lleven a bordo los manuales de un submarino nuclear. En otras palabras, ¿qué hacemos con un nuevo y ambicioso programa sino no existen las condiciones mínimas para su cabal aplicación? Dentro del marco de una reforma educativa, la elaboración de un nuevo programa tal vez sea lo más barato y hasta lo más sencillo si se contrata a técnicos calificados y solventes en cada área curricular. Conseguir que ese programa opere en la realidad y provoque un cambio sustancial en el ámbito de la educación pública es otra cosa, y demanda otros costos y otros esfuerzos que por el momento no se han dignado a emplear.

Boris Caballero

1 comentario:

LosHermanosCarlos dijo...

“No se puede poner remiendo de tela nueva en vestido viejo”, es absurdo pensar que la inclusión de un nuevo programa hará el cambio que la escuela pública uruguaya necesita… Personalmente me gusta mucho el programa nuevo, y está estructurado, como bien lo expresa Boris en su artículo, desde un enfoque epistemológico crítico y actual. Pero creo firmemente que podríamos habernos seguido con el viejo programa, debido a que ese tipo de enfoque no lo da sólo el programa sino el docente que lo aplica y las condiciones que se lo permitan por sobre todo. Es decir, no basta con estructurar el programa de ese modo para que el docente que lo aplique lo haga desde una visión crítica y abarcativa, puede ser aplicado también al mejor estilo tradicional y direccional.

El punto al que quiero referirme es que lo que necesitamos en mejor los medios, la “canoa”. De nada sirve un nuevo y lustroso programa si contamos con los mismos pobres recursos de siempre:

Bancos, sillas, mesas y cristales rotos. Salones adaptados precariamente con falta de iluminación, de calefacción y de ventilación adecuada. Pocos o nulos recursos materiales. Y toda una lista interminable que todo maestro de escuela pública ya conoce…

A todo esto debemos sumarle las carencias del sistema que no respalda jamás al profesional más expuesto de todos: el maestro. Éste muchas veces arriesga hasta su propia integridad física y moral sin contar con ningún apoyo institucional y del sistema – dejando a un lado el gremio- . Mucho ha de soportar el maestro en el silencio de su pobre aula, mucho lucha para sacar adelante una idea un proyecto… para que después venga un inspector a supervisar su trabajo y tenga sólo en cuento si llevó o no un proyecto de centro y aplicó el programa como se le indicó… ¡Por favor!

Hablemos en serio y apliquemos una reforma real que considere al docente y al que más necesidad tiene: los alumnos. Entre ellos a aquellos marginados a un título de “extra edad” por un sistema que no los contempla y que sólo se preocupa por ellos para que ocupen un lugar en el libro de matrículas y en el estadístico diario…

Planteemos una reforma sustantiva y real, comprometida con la realidad que abarca a todo el país y a todos los implicados. Que despoje al maestro de las cadenas que le impiden denunciar la realidad en la que vive y los vicios del sistema al que se enfrenta actualmente.

He tenido la oportunidad de ver funcionar sistemas educativos que distan mucho del uruguayo en profesionalismo y estrategias didácticas, donde los maestros al parecer actúan simplemente como meros aplicadores de un manual preestablecido para cada asignatura, sistemas con una didáctica caduca y poco constructiva, ni que hablar de creativa… Pero en cambio cuentan con unas condiciones excelentes y “maravillosas” donde los alumnos y maestros se sienten cómodos y cuentan con los medios para hacer todo aquello que el hecho educativo requiere… amén de un cogobierno. Ahí los niños aprenden, no por el mérito de docentes que planifican atendiendo a la diversidad –pues no saben qué es eso- sino por el entorno que los conduce al acto de aprendizaje de un modo agradable y porque no decirlo cómodo… En el que cuentan con especialistas de todos los ámbitos de la educación primaria, psicólogos, foniatras, profesores de lenguas, etc. ¡Ah! Y no uno por inspección que se dedica a hacer informes y al que nunca le vemos al cara, sino uno por centro trabajando a al par con el maestro, con el alumno y con los padres.

No depositemos toda la responsabilidad de los logros de una reforma en la capacidad del maestro para llevar a cabo un “nuevo y fabuloso programa” –como si fuera una receta mágica- pues este hecho es criminal, injusto y deshonesto para con el trabajador de la educación que se compromete y da lo mejor de sí día a día por los “gurises de su tierra”.


Carlos García

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