martes, 1 de diciembre de 2009

Los Deberes: ¿Herramienta didáctica o de tortura?

Aberraciones didácticas: Cuando los deberes domiciliarios se transforman en instrumentos de tortura y represión


Antes de comenzar a exponer la siguiente reflexión quiero dejar en claro que no estoy en contra de las tareas domiciliarias (deberes) y que considero que tienen una utilidad didáctica para los docentes y formativa para los alumnos, cuando son bien aplicados. A lo que sí me opongo es a los excesos y al mal uso de dicho recurso…

“¡Manuel, son las once de la noche y todavía sigues con eso!”
“¿Pero tú qué haces en clase?”
“¿Cómo que no sabes como hacer este problema?”
“¿Qué te pidió qué….? Y a esta hora nos lo vienes a decir…”
“A ver Raquel cuántos deberes tenemos para hoy….”

Seguramente muchas de estas y otras frases más habrán sido pronunciadas por los padres y escuchadas por nosotros, ya no desde el rol docente sino desde el rol de adultos responsables en el hogar…
Es importante que los alumnos aprendan a ser responsables y que cumplan con tareas específicas. Pero qué sucede cuando estas tareas insumen largas horas y complejas búsquedas:
“Recorta y pega 20 palabras con la terminación ‘bunda’. Realiza 10 operaciones combinadas. Resume por escrito el capítulo primero del libro ‘El Principito’… ”.
¿Cuál es el propósito de los deberes? Como docente siempre me lo he planteado y considero que los deberes pueden cumplir varios fines:
Reafirmar conocimientos
Crear hábitos de estudio
Fomentar la autonomía
Evaluar la compresión de lo abordado en clase
Ejercitar los conocimientos
Indagar ideas previas
Y otros fines más
Pero de ningún modo los deberes deben ser, a mi criterio, una forma de castigo, y menos sucesivamente. Tampoco han de ser tareas inconclusas de clase y ejercicios no resaltos por falta de tiempo y menos por falta de compresión que requieran la ayuda del docente. Los padres han de apoyar a los hijos en sus aprendizajes pero no son profesionales de la educación y no siempre saben cómo hacer para ayudar a sus hijos a comprender la aplicación de un nuevo conocimiento. A qué me refiero, no debemos usar las tareas domiciliarias como una herramienta para adelantar lo que no se pudo dar en clase, o para concretar los conceptos, eso es descalificarnos como docentes y poner en los padres un peso que no corresponde, además de crearles ciertos conflictos. Los padres deben en cambio apoyar a sus hijos afectivamente, velar por que sean responsables y cumplan con sus tareas, pero no ser docentes particulares para explicar aquello que el maestro no pudo en clase o no supo cómo con aquel alumno… Eso nos juega en contra a los docentes y lo que es peor actúa como obstáculo didáctico frente al proceso de aprendizaje de los alumnos. Genera rechazo individual y colectivo, disgusto por el estudio y un sentimiento de desagrado y displacer frente al fenómeno de la enseñanza secular.
Tengo dos hijos y en ningún modo pretendo ser el maestro de ellos, claro que no reparo en enseñarles algunos o varios conceptos, pero de un modo distinto, no desde mi rol como docente. La enseñanza paternal o maternal (familiar) sigue procesos didácticos muy distintos puesto que se basa en vínculos de tipo afectivo y más subjetivo; en cambio el aprendizaje que imparte o que favorece el docente es de tipo más impersonal y objetivo (aunque no totalmente) y puede ayudar al alumnos a la concreción y construcción de un pensamiento más racional y científico, por decirlo de algún modo, tal vez la palabra exacta sea más secular.
Además es el alumno el que debe sentir la exigencia del docente –de acuerdo a sus capacidades y su edad- hacerse responsable de sus tareas y no sus padres. Pero si enviamos al hogar tareas domiciliarias que sólo con la ayuda adulta puedan ser concretadas o que requieran una amplia carga horaria, depositamos la responsabilidad en los padres y creamos dependencia en los alumnos.
Nunca me he opuesto a que los alumnos reciban ayuda de los padres con sus deberes, lo dejo a su libre elección y decisión, pero me aseguro de que los deberes que envío puedan ser concretados por los alumnos autónomamente y por sobre todo que no ocupen un espacio familiar y afectivo fundamental.
Vivimos en tiempo difíciles para ser niños, excesivos horarios, complejas relaciones familiares… Si uno no tiene tiempo para estar recostado sobre el césped mirando un ave volar en el cielo durante niñez, ¿cuándo lo tendrá entonces? He visto muchos niños estresados a lo largo y ancho de este planeta, niños sobre cargados. No quisiera que los deberes que envío signifiquen un peso que aumente ese estado. Además en muchos casos pueden privar a los padres responsables y preocupados de momentos únicos con sus hijos, momentos que nosotros no les podemos dar y que hacen a la educación afectiva y emotiva de la familia. Soy un defensor del valor que tiene la familia en el crecimiento de un niño, ya sea que esta se componga por ambos padres, por un solo abuelo, etc.… Es en el hogar donde se construye en ser pleno y ninguna institución puede suplantarlo. Puede que ese hogar no sea el que debería ser, pero si fuera así el exceso de tareas domiciliarias tampoco lo favorecerá, sino que por el contrario podrá significar una herramienta para aumentar la frustración y el dolor emocional del niño.
Pongamos dos ejemplos claros y antagónicos:
Alejandro es un niño, que pasa poco tiempo con sus padres debido a sus excesivos horarios de trabajo, cuando ellos llegan por la noche comienza la “guerra” para que Alejandro concrete los deberes. Siempre hay muchas tareas y sus padres esperan que sea responsable y las realice sólo, también le exigen que sea buen alumno, el mejor de su clase y se enfadan muchísimo con él porque nunca acaba los deberes antes de que ellos lleguen… Comienzan los reclamos: “Trabajamos para darte la mejor educación y tú no eres capaz de cumplir tu obligación haciendo los deberes…”, “¿Qué es lo que sucede contigo?”. Ahora yo pregunto: ¿Qué le deja de positivo al alumno la tarea domiciliaria cuando esta experiencia didáctica se transforma en un conflicto afectivo familiar? ¿Y cuando sus padres acaban por resolverlas, tardes en la noche luego de varios retos? ¿A caso son favorables al aprendizaje? Pues si saben cómo que me lo hagan saber porque no les encuentro otro valor, más que el del castigo… un castigo más duro de lo que se puede ver a simple vista, más profundo y más perdurable en el tiempo que un plana de repetición a la hora del recreo (cosa que solemos criticar como caduca).
Segundo supuesto caso: Jonatan. A sus padres poco les importa lo que él hace y cómo le va en sus estudios, salvo cuando les llaman del centro escolar para comentarle una actitud disciplinar negativa de su hijo. Han asumido como ellos mismos lo dicen que su hijo es “menos capaz” o un “burro”- cosa equívoca y que deploramos como docentes, pero que ellos ven como tal- . Por lo tanto no pretenden más que Jonatan no los moleste mientras miran la televisión a la hora de los deberes del niño, es decir, que no los “embrome”… Jonatan, intentará realizarlos y una vez más los llevará incompletos. Aceptará que él es lo que sus padres y su entorno le dicen, pues no cuenta con la ayuda didáctica que necesita, se frustra una y otra vez. Un día se levanta y se dice “para qué seguir con esto”, acepta pacíficamente el regaño del maestro y la mala nota en su cuaderno por no terminar o hacer los deberes.
¿De qué modo favorecen las tareas domiciliarias en este último caso? ¿Son formativas o destructivas de un ser pleno y capaz?
Seguramente pensarán que estos casos son extremos pero hay muchos más y con matices más crudos…
Tal vez este artículo les suene algo exagerado o extremista, pues lamentablemente no lo es… Extremistas son aquellos maestro, docentes compañeros, que son capaces de enviar más de 10 deberes – tengo un buen amigo al que le han tocado 27 de un lunes para un martes- , no importan las razones, si trabajó o no en clase, si estudió o no para la lección… nunca se debe llegar a ese extremo, puesto que no cumple con el fin último o primero de la educación: la formación y el amor por cultivarla. De ningún modo los deberes pueden ni deben transformarse en instrumentos de represión…
Como entiendo los deberes, estos pueden ser favorables al aprendizaje. Personalmente los encuentro muy útiles para indagar ideas previas, reafirmar conceptos, aplicar técnicas de estudio y ejercitar en muchos casos. También en ocasiones me gusta mandarles un problema de esos que rompen la cabeza, pero uno y no cinco o seis de ellos. Jamás como docente pretendería que los padres hicieran mi labor, sí que me apoyaran en ella pero no que pasaran hasta altas horas de la noche tratando de enseñarles a sus hijos como dividir entre dos cifras. Cada alumno tiene su tiempo, y debe enfrentar sus desafíos, sus logros y sus frustraciones, para eso el maestro y el adulto responsable estarán; cada cual desde su rol han de ayudar… pero nunca se puede pretender que cumplan un rol que no les va. Les doy un ejemplo extremo. Como maestro he tenido alumnos que han pasado por la dura situación de perder a uno de sus seres queridos (incluso a una madre) mientras yo era su maestro, los apoyé en ese momento pero siempre tuve claro que no era mi tarea restablecerlo emocionalmente, yo era incapaz de brindarles la contención que necesitaban, sí ayudar, por supuesto y también tener consideración especial. Del mismo modo como docente no pretendo que los padres hagan mi tarea ni las de sus hijos, tampoco yo la de ellos. Pero para eso hay que ser concientes y adaptarse a las circunstancias. Hay casos especiales y extremos esos se consideran y se evalúan con los padres, puede que requieran de un docente de apoyo o de una mayor supervisión de los padres. Pero jamás puede ocurrir como sucede actualmente que decenas de niños asisten a maestros particulares para hacer simplemente los deberes, no por dificultad en el niño sino por exceso de tareas o lo que es peor por no haber tiempo en clase para explicarlas o abordarlas plenamente.
No quiero que un alumno me recuerde como aquel maestro que le frustró las vacaciones de invierno con una lista interminable de deberes, o que no pudo ir a casa de su abuela ese fin de semana porque tenía mucha tarea, ni tampoco que no tenga tiempo para jugar todos los días porque hay tantos deberes que no alcanzan las horas. Soy un defensor del juego y creo que es vital en la vida de un niño, sino miren nuestra sociedad y a dónde vamos, los adultos trabajamos y corremos de aquí para allá con el fin de tener más cosas, salir a más lugares y comprarnos más juguetes. ¿A caso no vivimos en una sociedad que quiere jugar y dejar de lado las responsabilidades? Por eso cada “cosa a su tiempo”, quien no juega tanto cuanto debe a la niñez, lo pagará el resto de su vida y su salud emocional depende grandemente de ello. Correrá entonces sin saber por qué, vivirá siempre bajo presión o tal vez optará por jugar todo lo que no le dejaron, transformándose en un irresponsable hedonista.
Que los docentes con nuestras propuestas domiciliarias no “robemos infancia”, pues esto no favorece al fin educativo en ninguna manera. ¿Qué hay de aquello de que los niños no son hombres en miniatura? ¿Por qué hemos de exigirles como tales?
Terminaré contándoles una reflexión que hizo un pequeño amigo de 10 años que tengo.
Estando en su casa inclinado sobre su escritorio, afanado en sus tareas al verme allí de pie junto a él se incorporó, me miró a los ojos y con esa espontaneidad que caracteriza a muchos de nuestros niños me interrogó. “Carlos, ¿qué hacen los maestros cuando llegan del colegio (escuela) a sus casas?”. Luego hizo una breve pausa y antes de que le yo contestara se respondió el mismo. “Ya sé, recostarse sobre el sillón, tomar algo y mirar la tele…”. Luego siguió varias horas más con sus deberes mientras yo estuve en su casa…

Este artículo quiero dedicarlo a dos pequeños amigos que tengo en un rincón de este ancho y basto mundo: Nel y Pierina. ¡Gracias por enseñarme tantas cosas!

Carlos García
Este artículo cuenta con derechos de autor puede ser copiado pero no se le puede otrogar auditoria propia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

me parece estupendo, gracias.
Jose Luis Martinez Rivera
Ponferrada

edu dijo...

Felicitaciones por este emprendimiento. Hemos "hojeado" la página y sin profundizar demasiado su contenido observamos un trabajo por demás prolijo y afinado . Nos complacería que a éste material se le adjuntara algo de psicopedagogía familiar y formativa (sicología sicial). Aquello de el hombre en el mundo y el mundo en el hombre (Enrique Pichón Riviere). Seguramente nos dará aportes complementarios a sus ya exelentes reflexiones. Gracias
Eduardo Tramútolo

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