lunes, 28 de diciembre de 2009

Nuevas escuelas de tiempo completo

Lo que se viene: Nuevas escuelas de tiempo completo: un calmante para un paciente grave


Con el advenimiento de tiempos electorales surgen como es costumbre algunas promesas de cambio y algunas propuestas recicladas respecto a los distintos temas que componen la realidad nacional de nuestro país.

Por supuesto que es poco lo que se puede escuchar en materia de ideas y proyectos en este tiempo, apenas algunos titulares que se filtran entre el griterío, los cantitos y las descalificaciones a granel. El debate y la discusión profunda e inteligente de las ideas ha sido sustituido por el marqueting y el los eslóganes vacíos de contenidos; los electores se asemejan más a hinchas de fútbol que a ciudadanos pensantes. En este panorama y en materia de educación, se manejó por los distintos candidatos presidenciales la creación de nuevas escuelas de tiempo completo. Algunos hasta incluso se animaron a dar un número, entre cuatrocientas y quinientas desparramadas por todo el territorio uruguayo, obviamente priorizando su instalación en las zonas de contexto sociocultural más desfavorable.

Ante la propuesta señalada y avizorando de que algo de esto se concretará en los próximos cinco años, cabe hacerse algunas preguntas: ¿cómo están funcionando hoy las escuelas de tiempo completo existentes? ¿Han cumplido medianamente con los objetivos que motivaron su creación en nuestro país (Plan Rama)? ¿Hasta que punto han dado respuesta al déficit educativo existente: rezago, ausentismo, vulnerabilidad social, etc.? Las nuevas escuelas de esta categoría, ¿funcionarán del mismo modo que las actuales?

En primer lugar, las escuelas de tiempo completo existen desde hace siglos, no es un invento nuevo y menos un invento uruguayo. Acá se decidió instaurarlas con el objetivo de contrarrestar las crecientes carencias educativas y culturales de una población urbana cada vez más empobrecida y marginal (la mitad de los niños uruguayos se sitúan por debajo de la línea de la pobreza). Realidad generada básicamente por políticas económicas neoliberales que profundizaron el éxodo campo-ciudad y el desmantelamiento de la estructura industrial del país, (mientras se inauguraban escuelas de tiempo completo, se cerraban fábricas y escuelas rurales). La escuela tradicional uruguaya estructurada para educar a niños de clase media o trabajadora dentro del marco de una sociedad medianamente integrada e integradora pasó a ser prácticamente inoperante a la hora de intentar educar a niños hambrientos, violentados y desestimulados, provenientes de los numerosos y crecientes asentamientos y tugurios urbanos de muchas ciudades del Uruguay.

La idea era y es retener a esos niños dentro de las instituciones educativas por un tiempo mayor al que normalmente se estila, esto es pasar de jornadas de 4 horas a jornadas de 8 horas, con el objetivo de alejar a los alumnos, en lo posible, de las influencias negativas de su propio entorno social. Cabe señalar que en el mismo sentido se estructuró el funcionamiento de escuelas de contexto sociocultural crítico (escuelas comunes con 4 horas de coordinación docente rentadas por mes) y los llamados maestros comunitarios (que entre otras cosas trabajan con las familias de alumnos vulnerados socialmente).

Esta contención asistencialista sólo tiene sentido desde el punto de vista social y educativo, si resulta en procesos de enseñanza y aprendizaje fructíferos, donde cada niño que transite por estas instituciones salga fortalecido intelectual, moral y físicamente, en pocas palabras que cada niño experimente un cambio positivo e indeleble en su personalidad. Entonces la clave era dotar a esas escuelas de una serie de recursos y un modo de funcionar cualitativamente superior. Teóricamente estas escuelas deben contar con espacios y ambientes cómodos y adecuados, y una serie de actividades diversas que incluyen la participación de docentes talleristas en diferentes áreas del conocimiento. Dispondrían entonces con taller de manualidades, enseñanza de idiomas, informática, educación física, educación artística, actividades audiovisuales, taller musical, 3 comidas diarias, más la participación de psicólogos y asistentes sociales. Todo esto como se dijo, contando con estructuras edilicias apropiadas y modernas y la participación de docentes con sólida formación académica. Groseramente descriptas, estas serían las condiciones ideales de funcionamiento de estas escuelas.

Pero hasta aquí la dulce melodía teórica instrumentada por políticos y tecnócratas; más allá de ella la realidad mostró situaciones bastante menos felices.

La gran mayoría de escuelas de tiempo completo funcionan sin contar con la totalidad de los docentes “especialistas” en las áreas señaladas. Esto se debe a que no hay personal calificado suficiente para cubrir los puestos vacantes y/o el salario que se les asigna es menguado. También está el vicio de las licencias, del que muchos docentes descomprometidos y/o superados por el multiempleo hacen uso y abuso, dejando horas vacantes que nadie toma.

Este problema lleva a que la propuesta educativa de estas escuelas se deteriore considerablemente, ya que resulta insostenible mantener a los niños 8 horas dentro de una institución educativa que ofrece actividades tediosas y repetitivas. Por tanto todo parece resumirse en un encierro institucionalizado, ya que estamos hablando de escuelas urbanas, escuelas que presentan una pobreza sustancial de espacios y ambientes naturales (parques, jardines, naturaleza), o la disponibilidad de vehículos para movilizarse fuera de las escuelas (paseos y salidas didácticas coordinadas).

Con todo y obteniendo los resultados más auspiciosos, en muchos casos los egresados de estas escuelas no logran tener éxito ni en el mundo laboral, ni en el mundo académico.

Significa que a pesar del esfuerzo empleado por parte de la Educación Pública para revertir estas situaciones de vulnerabilidad social, los resultados continúan siendo desalentadores, ya que no existe una estrategia global que abarque las distintas etapas de la vida de los seres humanos afectados, gravitando en las principales facetas que forman parte de su existencia. Si las escuelas de tiempo completo devuelven a sus egresados a las mismas condiciones estructurales de existencia (vivienda precaria, hacinamiento, violencia social, promiscuidad, hambre, etc.), no valdrá de mucho que estos hayan sido buenos o brillantes alumnos escolares, pues en definitiva siguen siendo muchachos pobres viviendo en barrios marginales. Adolescentes sin muchas posibilidades de continuar estudiando o en su defecto insertarse al mercado laboral. No se ha pensado en la etapa pos escolar de esos egresados de las escuelas de tiempo completo. Una vez salido de ellas, desaparece la contención social, las actividades planificadas, la enseñanza adaptada a sus condiciones, las tres comidas diarias y todo el afecto y comprensión brindados dentro del marco de la educación pública escolar. Precisamente, en la etapa más conflictiva de la vida, la adolescencia; estos muchachos son empujados al casi total desamparo social e institucional. De ahí los alarmantes niveles de ausentismo en educación secundaria (preámbulo de la delincuencia y los vicios sociales). ¿Cuál ha sido la respuesta estatal al problema? Las llamadas Aulas Comunitarias. Una especie de pre secundaria, donde los jóvenes desertores del sistema con problemas de adaptación, ausentismo, baja calificación y conducta desajustada tienen la oportunidad de cursar algunas asignaturas en un régimen flexible en cuanto a horarios y exigencias académicas. De este modo por ejemplo, madres adolescentes, jóvenes que trabajan, etc. tienen la oportunidad de volver a reinsertarse en la educación formal luego de aprobar los cursos impartidos en estas Aulas Comunitarias. Este formato de educación no formal está regenteado por las cada vez más omnipresentes ONGS, que captan recursos económicos y ayuda estatal, muchos de los cuales se destinan a sueldos de tecnócratas y burócratas que comúnmente “trabajan” en estas organizaciones “sin fines de lucro”. Si bien no se tienen cifras oficiales en cuanto al impacto de las Aulas Comunitarias en el problema de la deserción de los estudiantes en secundaria, creemos que este ha sido muy débil, ya que las cifras de deserción en educación secundaria formal, no muestran cambios significativos al respecto.

Ante este panorama se nos ocurre formular desde este espacio una idea fuerza, una propuesta concreta cuya viabilidad podría ser estudiada a futuro.

No es una idea que va en el sentido de la adaptación al sistema, o de poner nuevos parches para atenuar las consecuencias más graves del mismo. Sino que se trata de una postura ofensiva, que apunta a una verdadera revolución cultural y a un cambio social de fondo en los modos de vida de las personas.

Se trata de la educación secundaria integral y popular, que abarcaría básicamente 3 tipos de instituciones nuevas. Liceos de horario extendido con un régimen de seminternado para un sector de la población estudiantil (el más vulnerado socialmente), donde los alumnos además de contar con las asignaturas comunes, tendrán alimentación adecuada, actividades deportivas y culturales, salas de estudio, habitaciones y todos los implementos necesarios para poder estudiar en forma realmente gratuita (algo así como una beca completa). A cambio se exigirá al alumnado dedicación completa, disciplina y ciertos niveles mínimos de desempeño académico.

Con un formato similar también es posible instaurar escuelas de artes y oficios, con régimen de pasantías para estudiantes avanzados y egresados.

Así mismo, para jóvenes infractores con antecedentes delictivos y problemas de adicciones deberán crearse Colonias Productivas. Las mismas funcionarán en el ámbito rural (los viejos edificios de las escuelas rurales cerradas serían ideales) y en ellas no sólo se enseñarían asignaturas teóricas, sino que se complementarían con actividades productivas, oficios varios y deportes. En este caso el aspecto disciplinar será más riguroso pudiéndose contar con instructores militares para dichos efectos. El personal docente trabajará en forma rotativa, a los efectos de no quedar aislado de su ámbito familiar por períodos prolongados de tiempo, y recibirá una remuneración sensiblemente superior respecto a los profesores comunes. Los primeros egresados de esas colonias podrían ser futuros instructores y mentores de nuevas colonias, ayudando a reproducir las experiencias exitosas, o podrían integrarse a distintos emprendimientos productivos cooperativos y autogestionados con apoyo estatal.

Junto con esto, se deberá seguir intensificando la descentralización de carreras técnicas de nivel terciario, apoyándose estas en la educación a distancia y los cursos semipresenciales. La actual y todavía insipiente descentralización de la Universidad, junto con la creación de centros regionales universitarios en distintos puntos del interior del país es algo altamente positivo que apunta a la democratización de la educación; y con lo cual obviamente estamos todos de acuerdo.

En todas estas nuevas instituciones (y en las viejas también) se deberá poner especial énfasis en la formación de valores y la diagramación de un “espíritu comunitario” que supere los afanes individualistas de la sociedad de consumo, a su vez irán incorporando el valor del trabajo como eje vertebrador de todas las experiencias estudiantiles, en ese sentido la mancomunión de trabajo manual e intelectual será fundamental para ir borrando definitivamente la falsa dicotomía implantada por la ideología burguesa, tan proclive a la discriminación y al burocratismo. Deberán colaborar con este proyecto otras instituciones y sistemas pertenecientes a la órbita estatal (Salud Pública, Universidad, Ministerio de Defensa, Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca, etc.). Para evitar derroche de esfuerzos y recursos lo más indicado es instrumentar planes pilotos, con evaluaciones permanentes a los efectos de realizar los ajustes y correcciones correspondientes. Para luego dar lugar al desarrollo del plan en forma masiva.

Por supuesto, que si los cambios a nivel social se producen (eliminación de la pobreza y la indigencia, pleno empleo, viviendas dignas, acceso universal a los servicios básicos, etc.) mejorando las condiciones estructurales de las comunidades en forma sustancial; este tipo de instituciones podrían mutar a formas de integración y funcionamiento menos asistencialistas.

En definitiva se trataría de un gran esfuerzo económico y humano profundo y radical, que deberá estar inscripto en el marco de un nuevo tipo de sociedad en formación. La educación no puede actuar sola como una isla, si las demás condiciones sociales no acompañan el accionar educativo. La educación es un subsistema dentro del gran sistema que es la sociedad, por tanto se deben operar cambios dentro de todos los ámbitos sociales para que la educación logre sus cometidos en un escenario donde se den amplios consensos (en los que estarán excluidos los que quieren mantener todo como está, para perpetuar los privilegio de siempre), y un plan coordinado con objetivos claros y metas precisas. No podemos como sociedad darnos el lujo de pervertir a nuestros jóvenes, o de otorgarles una educación que luego no redundará en posibilidades genuinas de éxito en el campo laboral. Pero tampoco nos convence la idea de preparar un ejército de técnicos y operarios calificados listos y a la orden de empresarios y empresas que guiados por el afán de lucro, incurren en prácticas de explotación y especulación que afectan la estabilidad laboral, las condiciones de trabajo, el medio ambiente y el desarrollo armónico de la economía y la sociedad.

Lo que se debería ayudar a formar, desde nuestra opinión, es un grupo creciente de jóvenes altamente calificados y creativos, con una sólida formación moral, un alto grado de sensibilidad social, y un compromiso irrenunciable por mejorar las condiciones de vida de toda la comunidad a la que pertenecen. Estamos hablando de una educación centrada en otros valores, que no son los de la sociedad capitalista actual, estamos hablando del surgimiento de nuevos hombres y mujeres para un nuevo tipo de sociedad, mucho más justa y armónica. ¿Estaremos dispuestos? Espero que si. Nuestros hijos merecen algo mucho mejor que esta cloaca contaminada llena de vicio y desesperanza que tenemos hoy como sociedad. Se impone hoy más que nunca, la revolución cultural, la supervivencia de las sociedades humanas y de la propia humanidad dependen de ella; no tenemos dudas de esto. Se lucha o se muere, no hay otra opción, ni tiempo que perder.

Boris Caballero

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