lunes, 16 de mayo de 2011

Discurso para la Celebración de la Batalla de Las Piedras

La Batalla de las Piedras, 18 de mayo de 1811


El 1811 fue un año particular en el que los pobladores de nuestra patria, la Banda Oriental -lejos de ser lo que hoy es como tal- debieron tomar una importante decisión: en qué bando habrían de luchar.
No había tiempo ni lugar para ser neutrales, todos de un modo u otro debían optar de qué lado iban a estar. Montevideo ya había decido seguir fiel a la corona española y a los representantes de España que gobernaban en la ciudad. En cambio la campaña descontenta con los abusos oyó el llamado de Artigas desde Mercedes (Proclama de Mercedes, abril 1811) y decidió unirse en la lucha revolucionaria por alcanzar la independencia.
Poco a poco reunieron fuerzas, poco a poco juntaron ganas…
Había mucho para perder, pero también mucho para ganar…
Fue así que unidos por el lema “VENCER O MORIR SEA NUESTRA CIFRA”, criollos, peones, estancieros, gauchos, indios, negros, mestizos y demás hombres sueltos se levantaron en armas contra las fuerzas españolas concentradas en Montevideo y sus alrededores.
La guerra en aquellos días no era cuestión de algunos sino de todos, hombres, mujeres, niños y ancianos acompañaron a las milicias orientales, que muy lejos estaban de ser un ejército sino más bien parecían un grupo de “revoltosos” que se sublevaban contra el orden establecido.
Sus armas eran sencillas: lanzas, boleadoras, picanas de tacuara y muy pocas armas de fuego. Su principal ventaja era la de ser buenos jinetes y la de conocer este suelo.
Así fue que alrededor de 600 jinetes y 400 hombres de a pie se enfrentaron a un ejército organizado de 1200 hombres al mando del Capitán José Posadas –al servicio del entonces Virrey Elío-. El ejército español contaba con 6 cañones, 2 carros lanzadores de granadas explosivas y fusiles de los más avanzados de la época; en tanto que los orientales sin formación militar contaban con su valor y sus ansias de libertad.
Su mayor arma era su líder Don José Gervasio Artigas, hombre conocedor de su tierra, de su gente y del arte de la guerra, estratega y apasionado patriota. Éste los llevaría a la victoria en la que sería una batalla de casi 6 horas al paso del pueblo de “Las Piedras”. Una gloriosa victoria, la primera gran victoria de los orientales, del Río de la Plata, de América; contra las fuerzas españolas organizadas en un ejército establecido y formado para la batalla. Esa victoria de un grupo de “desarrapados”, de hombres sin experiencia en el arte de gobernar, resonaría en toda América y daría comienzo a una identidad: la Oriental.
Se habían probado fuerzas y la razón y el valor quiso que la gloria fuera de Artigas y sus hombres. A partir de entonces ya nada sería igual para ellos, pues estaban “jugados” a seguir adelante, determinados a continuar la lucha pues la providencia quiso premiar su causa y bendecir sus propósitos.
Cómo no recordar esta victoria, cómo no honrar este día, cómo no evocar a quienes participaron de la batalla, hombres y mujeres como nosotros, con sueños, con esperanzas, con familias y con posesiones; aunque en algunos casos fueran muy pocas, no más que un pocho, unas botas de potro y unas boleadoras. Ellos creyendo que había mucho para ganar, tal vez más para sus hijos que para ellas mismos, dejaron a un lado sus propias vidas para grabar con sangre en el suelo de Las Piedras la frase inmortal: “CON LIBERTAD NO OFENDO NI TEMO”.
En un tiempo donde ya hemos dejado de creer en los ideales de la patria, donde el Estado y el Mercado parecen ser la misma cosa… Qué bueno que es recordar a estos paisanos resueltos, a morir por un ideal, a forjar un futuro para sus hijos, un futuro que es nuestro presente y que en muchos casos poco sabemos valorar.
Hoy la lucha ya no es con lanzas, ni con armas de fuego; pero sí ha de ser real y consecuente con un sueño forjado en 1811 a orillas del arroyo Las Piedras donde un pueblo unido quiso soñar que si se puede LA LIBERTAD.
¡Viva la patria, la patria que sonó Artigas!



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