La Batalla de las Piedras, 18 de mayo de 1811
El 1811 fue un año particular en el que los pobladores de nuestra patria, la Banda Oriental -lejos de ser lo que hoy es como tal- debieron tomar una importante decisión: en qué bando habrían de luchar.
No había tiempo ni lugar para ser neutrales, todos de un modo u otro debían optar de qué lado iban a estar. Montevideo ya había decido seguir fiel a la corona española y a los representantes de España que gobernaban en la ciudad. En cambio la campaña descontenta con los abusos oyó el llamado de Artigas desde Mercedes (Proclama de Mercedes, abril 1811) y decidió unirse en la lucha revolucionaria por alcanzar la independencia.
Poco a poco reunieron fuerzas, poco a poco juntaron ganas…
Había mucho para perder, pero también mucho para ganar…
Fue así que unidos por el lema “VENCER O MORIR SEA NUESTRA CIFRA”, criollos, peones, estancieros, gauchos, indios, negros, mestizos y demás hombres sueltos se levantaron en armas contra las fuerzas españolas concentradas en Montevideo y sus alrededores.
La guerra en aquellos días no era cuestión de algunos sino de todos, hombres, mujeres, niños y ancianos acompañaron a las milicias orientales, que muy lejos estaban de ser un ejército sino más bien parecían un grupo de “revoltosos” que se sublevaban contra el orden establecido.
Sus armas eran sencillas: lanzas, boleadoras, picanas de tacuara y muy pocas armas de fuego. Su principal ventaja era la de ser buenos jinetes y la de conocer este suelo.
Así fue que alrededor de 600 jinetes y 400 hombres de a pie se enfrentaron a un ejército organizado de 1200 hombres al mando del Capitán José Posadas –al servicio del entonces Virrey Elío-. El ejército español contaba con 6 cañones, 2 carros lanzadores de granadas explosivas y fusiles de los más avanzados de la época; en tanto que los orientales sin formación militar contaban con su valor y sus ansias de libertad.
Su mayor arma era su líder Don José Gervasio Artigas, hombre conocedor de su tierra, de su gente y del arte de la guerra, estratega y apasionado patriota. Éste los llevaría a la victoria en la que sería una batalla de casi 6 horas al paso del pueblo de “Las Piedras”. Una gloriosa victoria, la primera gran victoria de los orientales, del Río de la Plata, de América; contra las fuerzas españolas organizadas en un ejército establecido y formado para la batalla. Esa victoria de un grupo de “desarrapados”, de hombres sin experiencia en el arte de gobernar, resonaría en toda América y daría comienzo a una identidad: la Oriental.
Se habían probado fuerzas y la razón y el valor quiso que la gloria fuera de Artigas y sus hombres. A partir de entonces ya nada sería igual para ellos, pues estaban “jugados” a seguir adelante, determinados a continuar la lucha pues la providencia quiso premiar su causa y bendecir sus propósitos.
Cómo no recordar esta victoria, cómo no honrar este día, cómo no evocar a quienes participaron de la batalla, hombres y mujeres como nosotros, con sueños, con esperanzas, con familias y con posesiones; aunque en algunos casos fueran muy pocas, no más que un pocho, unas botas de potro y unas boleadoras. Ellos creyendo que había mucho para ganar, tal vez más para sus hijos que para ellas mismos, dejaron a un lado sus propias vidas para grabar con sangre en el suelo de Las Piedras la frase inmortal: “CON LIBERTAD NO OFENDO NI TEMO”.
En un tiempo donde ya hemos dejado de creer en los ideales de la patria, donde el Estado y el Mercado parecen ser la misma cosa… Qué bueno que es recordar a estos paisanos resueltos, a morir por un ideal, a forjar un futuro para sus hijos, un futuro que es nuestro presente y que en muchos casos poco sabemos valorar.
Hoy la lucha ya no es con lanzas, ni con armas de fuego; pero sí ha de ser real y consecuente con un sueño forjado en 1811 a orillas del arroyo Las Piedras donde un pueblo unido quiso soñar que si se puede LA LIBERTAD.
¡Viva la patria, la patria que sonó Artigas!
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